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El zahori

Emilios de márketing

‘Emilios’ de márquetin

 

 

 

Tengo un amigo, Mariano, que el 1 de enero me envía un sms con mi nombre y un texto cargado de complicidad. Es al único que contesto pues ha empleado su tiempo  en mostrarme su afecto. Y Mariano me responde que tiene el dedo índice destrozado de tanto darle a la tecla del teléfono para poner en cada envío un sentimiento diferenciado.  Estos días, el correo electrónico es invadido por  ‘emilios’ impersonales, propios de agresivas técnicas de márketing, en los que el autor ni siquiera se ha preocupado de encabezarlo con un ‘querido  Rafael’. En muchos de ellos,  el emisor ignora quienes son los destinatarios, pues un ayudante es el encargado darle a intro tras la selección de una lista protocolaria. Satisface que algunas personas se sirvan de las nuevas tecnologías para cultivar la amistad, pero me cabreo cuando otros muchos van al directorio de su móvil y, ¡hala!, de una tacada, la misma redacción. Así  pretenden quedar bien. Es lo bueno y lo malo del mundo en red. Sirve para el trabajo y, si se sabe seleccionar y jerarquizar, para recibir información. Pero, me temo que en esta orgía de envíos nos volvemos frenéticos y desconsiderados. Cada vez nos cuesta más coger una pluma o bolígrafo y construir una historia íntima y  personal. Ya admito la frustración  al acudir al buzón y no encontrar misivas del amigo, la hermana, una antigua novia, el conocido en el viaje a París o el antiguo compañero de la mili en Ceuta.  El cartero solo ha dejado publicidad, felicitaciones de cumpleaños de El Corte Inglés  y papeles de banco no siempre de buen agüero. Pero no me acostumbro a la oleada de sentimientos de bazar, sin alma. Se echa en falta el ejercicio creativo de escribir una carta, utilizando códigos que se adivinan en el trazado  de la letra, imposibles de presagiar  en la ‘time news roman’. Y una voluntad mayor que conlleva el rito de  empezar la primera línea  hasta echar el sobre con sello  en la boca del león de Correos. Pero no ve voy a poner tan nostálgico. Valoro las ventajas tecnológicas, aunque me temo que esta intempestiva conducta no favorece recrear sentimientos. Quizás es que después de leer las inéditas  ‘Memorias’ de Joaquín Costa, escritas en el XIX  -edición de Juan Carlos Ara-, me dé coraje ahora perderme testimonios tan desgarradores y de tanto valor para el futuro.

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