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El zahori

China y Marruecos

China y Marruecos

 

Antes, las crisis que conocíamos venían del cielo. El agricultor vivía en la más absoluta  inseguridad. Una sequía como las que estamos padeciendo, ¡eso sí que era una crisis! La única esperanza estaba en las rogativas, pero las plegarias empezaron a perder  fuerza  conforme la ciencia fue desplazando a la fe en el índice de valores de Occidente.  Ahora, el hombre del campo escruta el tiempo obsesivamente en la prensa, la televisión o el internet. Pero además tiene que estar al tanto no solo de las maniobras especulativas de los mercados, de Irán y sus consecuencias en el precio del gasoil, las agencias de rating o los movimientos de la bolsa agrícola de Chicago y sus tiburones que almacenan el producto a la espera de liberarlo en el momento oportuno. En parecidos términos se expresaba ayer un labrador del Pirineo mientras apuraba el último trago y observaba sus fincas secas. En la radio se oía el cabreo de los hortofruticultores por el acuerdo alcanzado entre la UE y Marruecos que va a permitir la entrada de productos alauíes con la consiguiente competencia al sector español. Y hay razones para la inquietud, porque, las frutas y hortalizas marroquís son de calidad y los salarios, más bajos que los de los jornaleros españoles. No tanto como los obreros chinos cuyo régimen laboral roza la esclavitud con el agravante de que los productos de sus fábricas que  invaden las estanterías de los “Todo a cien” son de mala factura. Su implantación ha dado al traste con miles de pequeños negocios. Las mismas consecuencias teme el campo ibérico.  Hace 50 años, fenómenos como estos eran más lentos y se producía, al no estar tan desarrollado,  en un radio geográfico más pequeño. En este mundo globalizado no se sabe por dónde nos viene el aire, que ya no solo es el cierzo o ventisca de puerto. Pero, si admitimos las baratijas orientales  -cuántas bagatelas de San Valentín, salidas de las fábricas de la provincia de Zhejiang, se habrán regalado estos días-, qué razones nos autorizan a mantener leyes protectoras para frenar a nuestros vecinos del sur. Y así podríamos llegar a otros argumentos peligrosos como las subvenciones de la PAC, que tan severamente castigan a África.

 

 

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