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El zahori

Zaragoza desde las alturas

Zaragoza desde las alturas

 

Lleva unos días instalada y se ha apoderado de la retina  de los zaragozanos, quienes desde el valle  siempre soñamos con las aturas, aunque solo sea porque en los días claros  desde algún rascacielos divisamos las cumbres pirenaicas.  La noria festiva, junto al puente de Santiago, nos invita a fantasear. Tenemos varias torres en la ciudad. Podemos subir a la del Pilar y, en alguna ocasión, a la de San Pablo, a la racionalista de la Cámara de Comercio, a la de San Antonio financiada por Mussolini, y,  temporalmente a la del Agua,  edificio varado como lo está la ballena del Pabellón Puente. Qué pena da entrar ahora y ver un espacio vacío que costó 80 millones de euros, casi el triple de lo presupuestado –es lo que tienen las divinas y divinos del  renombre de Zaha Hadid; nadie se mete con  ellos. Su genialidad les permite licencias que nos cuestan un pastón-  sin que haya quien le saque un rendimiento cultural de fuste. A otros monumentos que nos trasladan al mudéjar, como las torres de la  Madalena o San Gil no sé de nadie que haya subido. Y en la Seo solo algunos privilegiados. La noria me trae otros recuerdos urbanos. Sin ir más lejos, Toulouse. El artefacto está enclavado estratégicamente, a orillas de “La Garona”, ese río cuyas primeras aportaciones provienen del Forau de Aigualluts en el Aneto. Igual que en Zaragoza, al otro lado, está el Casco Viejo con la plaza del Capitolio, tan española, la plaza de la Trinité  o callejuelas  como la de Les Filatiers con el mismo bullicio que el Tubo. Desde la noria se divisan la catedral de  Saint-Étienne y la basílica de Saint Sernin, con sus orígenes románicos. En Francia, país laico, las iglesias son propiedad del Estado. Aquí las mantenemos y restauramos entre todos, pero en La Seo, los horarios  de las visitas, pagadas, son reducidos. Ni siquiera hay una gestión conjunta que permita su divulgación cultural con guías accesibles. Desde la noria se observa el cauce de “la Garona” con sus   riberas y un bateau ante el que la navegación fluvial del Ebro parece un remedo. Me subiré a la noria de Zaragoza. Me gustaría que se quedara y que también que hubiera un recorrido, dentro de un paquete conjunto, por las torres de Zaragoza para ver la ciudad desde distintas perspectivas y subiendo por escaleras mudéjares, góticas, barrocas, racionalistas o futuristas.

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