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El zahori

Comarquetas

El turista o viajero espera encontrar en Aragón un territorio con cultura propia al tiempo que alacena de acervos provenientes de Francia, Cataluña, Navarra, País Vasco, Valencia o Castilla. Sabe que  es fácil la conectividad a Internet y que, en general, hay buenas comunicaciones. En fin,  que estamos en la aldea global. Pero ese trotamundos inquieto, curioso y amante del disfrute natural  desconoce la existencia de unos gestores políticos  con una mentalidad  cerrada y localista empeñados en poner vallas al campo. Un ejemplo: Una pareja parisina enamorada del románico se dirige a una de las dos oficinas turísticas ubicadas en Aínsa –una comarcal y otra municipal-. Las eficientes profesionales cuentan lo de San Victorián  desde los vestigios paleocristianos hasta la última restauración. Les hablan de Muro de Roda, la Iglesia de Aínsa, el castillo de Samitier,  la torre de Abizanda o de las magníficas  e inquietantes  pinturas de San Juan de Toledo. Los viajeros galos quieren saber más. Han oído algo de San Juan de la Peña –ahora que  está cerca con la nueva carretera Fiscal-Sabiñánigo- o de la catedral de Románica de Roda. Pero el mapa no lo contempla.  Solo es del Sobrarbe. “Desolée”, contesta la guía quien para suplir  la falta de folletos –en la oficina municipal, una fotocopia del mapa del Sobrarbe- recurre a su propio conocimiento. Esas mentes diseñadoras de las campañas turísticas carecen de  una visión amplia de un territorio, el pirenaico que, en sí, forma una unidad. Si no lo contemplan para Aragón, referirse al románico de la Ribagorza catalana o de Sant Climent de Taull en el valle de Boí sería ya un sacrilegio.  Otra familia canadiense se interesa sobre religiones, creencias y brujerías.  Puede ir a Abizanda al museo de Creencias Populares. Pero en el mapa aparece la nada cuándo buscan Torreciudad, el Monasterio budista de Panillo o  el territorio de aquelarres de Las Paúles donde, en  1593, 22 mujeres fueron ejecutadas por ser brujas. Estos ejemplos se pueden trasladar a cualquiera de las “comarquetas” de Aragón. Al turista le resulta difícil encontrar cartografías que representen un espacio amplio, sin límites, en una clara muestra del pensamiento alicorto de nuestros gobernantes regionales, de ahora y de antes. Qué diferencia con la iniciativa privada en la que una empresa de rafting, barrancos y senderos vende tanto el Gállego como el Ésera, el Cinca, Guara, Ordesa, la Maladeta o el valle de Tena porque no conciben compartimentos estancos.

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