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El zahori

De películas y realidades financieras

De  películas y realidades financieras

Dos películas de principios de esta década establecen con especial acierto las turbulencias financieras vividas a partir de 2008, que tuvieron como paradigma  la caída  de  Lehman Brothers y cuyas consecuencias seguimos padeciendo. Las conductas son reproducibles en todos los países, incluida España, y Aragón.

 Resulta curioso y aleccionador que estos dos productos cinematográficos pongan de manifiesto que los comportamientos del poder político y financiero en Estados Unidos sean similares a los de distintas partes del mundo, de  las que no está excluida  España. Se trata  de “Margin Call” (2011), emitida por la segunda cadena a principios de este mes.  La otra es  “Inside Job”, estrenada en España en 2010, de Charles Ferguson,  un documental  con estilo y formato periodístico narrado por Matt Dimon. “Inside Job”, conocida en castellano como “Trabajo confidencial”  o  “Dinero Sucio”, se centra en los cambios de la actividad financiera de los años previos al crack de 2008 basados fundamentalmente en las diferentes desregulaciones por parte del poder político de las sucesivas administraciones norteamericanas que permitieron grandes incrementos en el riesgo financiero. Esta situación se vio favorecida por lo que se conoce popularmente como la puerta giratoria o el trasiego de responsables y ministros  del Gobierno a los consejos de administración de las corporaciones bancarias y viceversa. En España sabemos bastante de este asunto desde Narcís Serra, ministro de Defensa del PSOE,  a Rodrigo Rato, ministro de hacienda con Aznar,  pasando por el actual ministro de Economía Luis de  Guindos, que ocupó el cargo  después de ser asesor en Europa de Lehman Brothers .  La falta de este control en nuestro país fue denunciado incluso, recientemente,  por el hasta ahora presidente de la Comisión Europea, Durao Barroso, al destacar como desde el Banco de España  se le aseguraba que todo iba bien en el sector financiero español. “Inside  Job”  recoge, también las complicidades existentes con  expertos  universitarios en materia económica que realizan sus trabajos de prospección, tan “‘acertados”, y cuyos informes resultan condicionados al ser pagados por los recursos públicos   nacionales o regionales y por las entidades.

La otra cinta “Margin Call” o “El precio de la codicia” expone con especial clarividencia cómo los altos directivos responsables  de la emisión de hipotecas basura y artífices de arriesgadas operaciones especulativas reaccionan con imperturbable cinismo y se blindan asegurándose  su futuro con cuantiosas indemnizaciones y prejubilaciones millonarias cuando ya su entidad no vale un duro. Luego viene el despido masivo de trabajadores o el rescate pagado por todos los ciudadanos.  En España, más de 70.000 millones de euros. Y los ejemplos los tenemos en Bankia, Caixa Galicia o Catalunya Caixa, entre otros. La misma música ha sonado en Aragón, donde  asistimos  actualmente a  la investigación sobre las aventuradas operaciones realizadas, con su consiguiente agujero, desde el año 2000 por los altos ejecutivos de la cúpula de la Caja de Ahorros de la Inmaculada (CAI). Mientras veía  Margin Call en la 2 me vienen al recuerdo aquellos pasajes en los que  muchos de los directivos afectados afirmaban  que  ya alertaron en su día. En mi memoria aparece entonces un sindicalista que estaba al tanto de esas oscuras actuaciones y  que ahora no se sorprende de nada al ver las  comparecencias en la comisión de investigación de las Cortes. ¿Y por qué no dijiste nada?, le  inquiero. “Es que desde el sindicato me decían que mejor callar porque se ponía en peligro la credibilidad de la entidad, la confianza de los clientes y, en consecuencia, el peligro  de  miles de trabajadores. Sea por el mantenimiento de los puestos de trabajo, por asegurarse los directivos un dorado porvenir, por intereses codiciosos de personas al mando de corporaciones sin alma o  por la imagen del propio país se llegó a la situación actual. ¿Va a cambiar la cosa a partir de ahora? Soy pesimista. Como argumento me baso en una sencilla  apreciación: la inmediatez para realizar reformas laborales con la consiguiente precarización del empleo y la lentitud en establecer la tasa Tobin en las transferencias financieras por parte de la UE. O en la lentitud de los procesos  judiciales para dirimir responsabilidades  en los excesos de determinados banqueros       

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