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El zahori

El Zahorí. A media luz los besos

Pues como nos a cortar todo, incluso la luz, cuando tengan lugar las elecciones, alli va esta  reflexión.

Desde este privilegiado primer mundo, los ciudadanos asimilamos estos días los nombres de las ciudades libias y sin querer, o queriendo, sobre todo, aquellas que albergan pozos petrolíferos. Como fondo de la representación, la triste evidencia de miles de refugiados en las fronteras y niños armados a modo de mercenarios. En este apresurado aprendizaje, sentados desde nuestro ordenador, empezamos a conocer líderes que no son Gadafi, ni Mubarak, ni Ben Alí. Son resistentes -no todos- que representan el vertiginoso cambio político y social de unos países cuya oposición no está simplemente, como nos han hecho creer, articulada en torno a Al Qaeda. Hay muchas energías humanas luchando por un futuro mejor y en libertad, más que las que propulsan el terror y el integrismo. Al calor de este trasiego cuyo final no está escrito –lo difícil nace ahora si es que nace en el caso de Libia –, los ciudadanos europeos nos enzarzamos en debates sobre memeces. Y allí está el ínclito González Pons asimilando las medidas del Gobierno de reducción de velocidad a las que propondría el Gobierno de Cuba. Se puede y se debe criticar al Gobierno de Zapatero de improvisación y de vivir en una burbuja negando lo que se nos venía encima. Pero circular a 110 kilómetros por hora no hace mal a nadie. Al contrario, contribuye, además del ahorro energético, a una mayor seguridad. Y si algo se ha hecho bien en los últimos años son las restricciones impuestas a la selva del tráfico con la consiguiente e impresionante reducción de accidentes y muertes. ¡Aunque solo fuera por eso…! Y es que protestar por estar cuestiones como ocurrió con el cinturón de seguridad o la campaña del tabaco es, en ocasiones, el recurso fácil de los diletantes. Otra cosa es que nuestros dirigentes no se apliquen y que, por ejemplo, todos los portavoces y miembros de la Mesa de las Cortes de Aragón tengan que contar con un coche oficial. No les veo yo tan ajetreados. O que no se reduzca el parque móvil del Gobierno central y los autonómicos, el de Aragón entre otros. Y esa moda de iluminar con tanta potencia iglesias, ermitas y castillos. Por qué no, si se quiere mantener el efecto, una luz más tenue, como un albor, siempre más sugerente, poético, evocador y romántico. La canción ya lo dice.

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