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El zahori

Por el mundo y callejeros


Miles de jóvenes inician cada año su éxodo en busca de mejor fortuna. Francia, Alemania, Australia, Estados Unidos o Latinoamérica se convierten en lugar de destino de una generación a la que la sociedad ha ido formando en una inversión para su propio desarrollo y para el del  país. En la España en que nos encontramos no hay sitio donde desarrollar las habilidades. Una buena formación, el aprendizaje de idiomas, la actitud abierta ante el mundo, la complicidad  de la amistad sin barreras permiten, al menos, encontrar  vías para la esperanza personal. Otra cosa distinta es que  el esfuerzo de todos con nuestros impuestos –el albañil, carpintero, policía, agricultor, basurero, pescador o, arquitecto- no revierta a la sociedad de la que formamos parte. De los conocimientos y sabiduría adquiridos en los institutos, centros de formación y universidades obtendrán sus créditos los países receptores. Pero una cosa queda clara, con una buena educación y  visión cosmopolita es más fácil desenvolverse en la vida. Por eso estremece  que para pagar los abusos de especuladores y malos gestores se quite dinero a la Educación. Todas las razones serán buenas para la movilización y la protesta por parte de docentes, padres y alumnos que exigen el mantenimiento de la calidad de la enseñanza. Y  muy, cuando menos,  incómodo debe ser, si tienen conciencia, el papel de los gestores la Educación en nuestro país. Nuestra comunidad  es ahora el mundo, muy distinto al que se aventuraron nuestros abuelos cuando ir a Suiza o Alemania significaba integrarse en un gueto y con dificultades de expresión. Hoy, muchos de nuestros jóvenes llevan en su esencia un espíritu abierto,  dosis de movilidad y facilidades de expresión. Hay skipe, vuelos baratos y trasladarse a Berlín o París es más asequible que cuando en los 60 acudíamos  a Madrid o Barcelona.  Más difícil  lo tienen quienes se han arraigado con la hipoteca en el territorio, quienes han ganado dinero trabajando –no me refiero en este caso a los tiburones financieros-  al albur de la bonanza, sin pensar en la formación. O quienes ya no están para los trotes de  ponerse el mundo  por montera. Si desconsolador puede resultar formar parte, a la fuerza, de la legión de españoles por el mundo,  mucho más duro es integrarse en la tribu de los callejeros. 


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