Blogia
El zahori

síntomas

En las pequeñas cosas, pequeñas porque no son motivo de debate de los enterados  tertulianos, se aprecian síntomas del comportamiento de los que mandan. El director general de Vivienda del Gobierno de Aragón, Rogelio Castillo, dimite de su cargo tras expresar periódicamente su malestar por los continuos recortes. Sin proyectos de vivienda, sin programas conjuntos con la Administración central y sin planes de ayuda a la rehabilitación, la función de este cargo político,  que por la cuota de reparto de poder le corresponde al PAR, se reduce a mínimos. Esta realidad es un indicador del bajo nivel de gestión de las instituciones en general. Si esos son los argumentos esgrimidos por Silva, su actitud me parece muy correcta. Ahora la pregunta es si hace falta sustituirlo dada la política de austeridad y la necesidad imperiosa “conlaqueestácayendo” de optimizar recursos. Me temo que imperará el criterio de pagar los servicios a algún militante. Otra posibilidad sería que en caso de ocupar este sillón vacío, desde la DGA se trabajara intensamente por aliviar la situación de aquellos desahuciados impelidos en su día a comprar un piso, animados por la hipoteca ideal.

Son evidentes los casos de distanciamiento entre la clase política y la ciudadanía. Y un indicador muy claro se reflejaba el jueves en las páginas de este periódico: El menú de los escolares es más caro que el de los diputados de las Cortes de Aragón. A un niño le cuesta 6,81 euros  y a un diputado, 3,05.  Se han suprimido las ayudas en los comedores escolares pero no el de sus señorías cuyo coste es además sustancialmente más alto. Seguro que con este chocolate del loro y otros como el  de los coches oficiales y sus escoltas,  se podrían atender a cientos becas de las que tan necesitadas están muchas familias.

Los gobiernos saben que para reducir las cotas de bienestar social  es preciso aplicar  un shock e infundir miedo en la población. Ya lo hizo Tatcher. Y un síntoma de esta doctrina fue la intervención policial el día 25 en la estación de Cercanías de Atocha con efecto sorpresa para los que llegaban y salían del metro o la impertinencia gratuita que tuvieron que padecer los integrantes zaragozanos del autobús que les llevo a Madrid, sometidos a un minucioso y vergonzante registro.  Son algunos ejemplos de estos tiempos en una sociedad con unos ciudadanos cada día con más razones para estar cabreados.

0 comentarios